sábado, 24 de agosto de 2013

Capítulo 37.

Bajo las escaleras y voy al frente de mis padres. Me quedo mirando al chico que hay en el sofá. No me lo puedo creer, no... ¡es él! Mi rubio, mi enano, mi tonto, mi todo. No sé como reaccionar. Está normal, como la última vez que le vi.
En cuanto me vio se levantó del sofá. Vino hacia mi.
Dani: Andrea...
No sé que hacer, ni que decir. Estás bien... estás sano y salvo. Nadie te ha hecho daño, pero entonces... ¿esa voz femenina? Eso será mejor hablar lo luego, ahora solo quiero asegurarme de que es verdad que está bien. Me acerco a él y le abrazo.
Dios, noto su calor corporal. Por fin, como extrañaba esto y solo ha sido un día. No espera, menos de un día. Su calor me da seguridad. Cuando no sabíamos donde estaba, solo podía pensar en que no iba a poder estar nunca más entre sus brazos. Es la peor sensación del mundo, es como si me quitaran el aire, como si alguien me pusiera una bolsa en la cabeza y me quisiera ahogar, es lo peor del mundo. Es la sensación de que te quitan parte de ti, algo tuyo, que te pertenece, es una sensación que no quiero volver a sentir.
Empiezo a llorar en sus brazos. Si, está bien. Le abrazo más fuerte.
Dani: Shhh pequeña, no llores. Estoy bien, todo está bien -me aprieta más a sus brazos-.
Eso me hace que llore más aún. Estás bien joder, pensaba que iba a perderte.
Dani: -se rió-. Cariño, estoy bien. Mírame.
Me cogió de la cabeza y me obligó a mirarle a los ojos.
Dani: Tranquila, todo está bien. ¿Me oyes? Todo está bien, así que no seas tonta y deja de llorar -me sonrió-.
Su sonrisa, dios, su preciosa sonrisa. Es una de las razones de mi felicidad. Dani es como mi salvavidas. Si él está feliz, noto que puedo sonreír. Mientras que le veo sonreír los problemas se van, por un segundo, se van. Es una sensación tan rara. Cuando estoy mal, él hace una tontería y ya estoy sonriendo.
Dani: Sonríe, por favor. Al menos por mi. Carlos se va a poner bien, ya lo sabes.
Yo: Lo sé, pero es mi ídolo. No puedo verle así, y menos de cerca.
Dani: Mira.
Levanté la vista y le miré. 
Se puso visco y sacó la lengua. Empecé a reírme, que feo está así, pero es tan gracioso. No puedo parar de reírme.
Dani: ¿Lo ves? Sonriendo estás un poco menos fea -me guiño un ojo-.
Imbécil. Sonreí. Es verdad, tiene la capacidad de hacerme sonreír en lo peor. Es lo mejor, sin duda.
Sin embargo, cuando él está mal, yo me hundo. Sin él feliz, yo no puedo sonreír. Digamos que su sonrisa es mi droga. Sin su sonrisa no podría vivir.
Yo: Mamá, vamos para arriba.
Mamá: Vale cariño.
Cogí a Dani de la mano y subimos para mi habitación.
Entramos y se sentó en la cama.
Yo: Necesito que me cuentes todo lo que ha pasado.
Dani: Y yo necesito que me cuentes que te pasó en el pasado.
Yo: Antes necesito tu explicación.
Dani: No sin antes la tuya.
No me apetece discutir, no ahora que lo tengo conmigo, sano y salvo, a mi lado.
Yo: Todo empezó cuando empecé a verme mal en el espejo, no me gustaba a mi misma, me veía gorda, fea. Me daba asco a mi misma.
Le miré y estaba concentrado escuchándome. Vaya, de verdad le interesa.
Yo: Después de un tiempo de verme así empecé a dejar de comer, pensaba que adelgazando le gustaría más  a la gente. Dejaba de comer pero mis padres me obligaban a comer, así que comía delante de ellos y en terminar iba al aseo y vomitaba, me metía los dedos para poder tirar la comida y no engordar.
Dani: ¿Pero por qué tenias complejo? Si eres preciosa.
Yo: Déjame terminar, por favor.
Dani: -asintió-.
Yo: En esa época, que hace más o menos un años, o así, yo tenía a mi mejor amigo, Marcos. Éramos inseparables, hasta que yo le oculté lo de la comida. Nos contábamos todo, absolutamente todo, pero solo éramos eso, amigos. Hasta que un día mis padres me pillaron vomitando y me ingresaron en un clínica de recuperación para poder volver a ser yo, a ser la Andrea sonriente, feliz y alegre que era un día. Eso fue el colmo, fue lo peor que pudieron hacer, o mirándolo ahora, lo mejor. Pero cuando me ingresaron empecé a odiar a todo el mundo, menos a vosotros, Auryn, que era lo único que yo tenía para distraerme. Digamos que fuisteis las únicas personas a mi lado, a pesar de no saberlo. Tenía una compañera que estaba casi recuperada y tenía móvil, a mi no me dejaban tener, y siempre me enseñaba cosas tuyas, cosas que me hacían sonreír cuando nadie más  lo hacia. Un día, le dieron el alta y no pude saber nada más de vosotros, y eso fue lo peor, porque ahí si que me sentía sola, no tenía a nadie y...
Dani: ¿Y?
Yo: Y intenté suicidarme. Mira -me quité las pulseras de la mano derecha y le enseñé la marca de la cicatriz que tenía del corte-.
Dani: -me pasó los dedos por encima de la cicatriz-. Prométeme que no vas a volver a hacer eso, prométemelo.
Yo: Te lo prometo.
Dani: ¿Y qué pasó después?
Yo: Cuando cogí el cuchillo, estuve pensándomelo y de repente... aparece Marcos, mi mejor amigo diciéndome que no se ha olvidado de mi, aparece mi hermana y mis padres. Pude ver el miedo en sus ojos, estaban preocupados por mi, pero yo quería desaparecer, no le importaba a nadie, así que al final, me encerraron en una habitación sola y con ayuda de muchos médicos salí adelante.
Dani: Eres muy fuerte.
Yo: No, no soy fuerte, al contrario. Soy débil, muy débil. Y después de salir de ese puto infierno, ya empecé a ir a conciertos, firmas, mi vida cobró sentido.
Dani: ¿Qué pasó con Marcos?
Yo: No lo sé, no he vuelto a saber nada de él. Me cambié de instituto y de ciudad, yo no vivía aquí, yo vivía en un pueblo a veinte minutos de aquí, pero mis padres querían empezar de nuevo conmigo, cosa que les agradezco.
Dani: ¿Alguna vez le quisiste?
Yo: ¡No! Pero me falló como amigo, no estuvo cuando peor lo estaba pasando y no quiero volver a saber de él.
Dani: ¿Por eso el odio a las promesas?
Yo: Exacto, él me prometió que siempre estaría a mi lado, pasase lo que pasase...
Dani: Yo nunca te voy a hacer daño, te lo prometo.
Y me abrazó. Un abrazo de esos que te dan seguridad, que te hacen creer que todo va a estar bien, para siempre, y que todas sus promesas se van a cumplir.
Yo: Ahora... ¿qué te ha pasado? Pensaba que no te volvería a ver, por una vez... pensé que -no podía terminar la frase-.
Dani: Quería darte una sorpresa, sé que no nos despedimos bien, pero fue porque no quería que te fueras, así que cogí mi moto y vine para aquí, pero por el camino me quedé sin gasolina y me tocó andar mucho con la moto a cuestas hasta llegar a una. Una vez la encontré, que tardé muchísimo, llené todo el deposito y paré un poco más adelante, por Albacete creo, a comer algo, y ya me puse en marcha y llegué aquí.
Yo: ¿Y tú móvil?
Dani: Eso es lo que me ha dicho Silvia, que habíais contactado con la policía y todo.
Yo: Nadie sabía donde estabas, y como están las cosas, es normal que nos preocupáramos.
Dani: Pues mi móvil, pensaba que lo tenía hasta que llegué aquí y Silvia me contó todo. Ya hemos hablado con Magí y todo, ya está todo solucionado.
Yo: No me cuadran las cosas...
Dani: ¿Por qué?
Yo: Me han llamado en privado, era una voz femenina que me sonaba mucho, diciéndome que me alejara de ti.
Dani: ¿Qué?
Yo: Yo solo le preguntaba por ti y solo me decía que si no me alejaba de ti me pasaría como Carlos no, peor.
Se levantó e iba de lado a lado de mi habitación. Está nervioso.
Yo: ¿Qué te pasa?
Dani: ¿Sabe esto Magí?
Yo: Sí, se lo ha dicho Silvia.
Dani: Necesitamos aire nuevo.



Estamos llegando al puerto de Mazarrón, Murcia. Nos vamos en barco a Mallorca. Vamos en nuestro yate, ahí si que vamos a estar tranquilos y vamos a poder solucionar todo, bueno Magí lo hará, pero al menos aquí estaremos seguros. También está Carlos, llegó anoche.
Dani y yo vamos en su moto y mis padres, Silvia y Carlos en el coche, con todas las maletas y comidas.
Vamos a toda velocidad. Voy agarrada a él. Esto es lo mejor. Me siento segura, muy segura.
Toda la agonía de ayer ha desaparecido, ahora estamos ilusionados por respirar un poco de todo.

Acabamos de subir todas las maletas y comida al yate. Vamos a desembarcar. Mis padres hicieron un curso de navegación por lo que no nos hace falta capitán, ellos saben de sobra. Y a Silvia y a mi también nos han enseñado.
Mi madre está organizando la cocina, para preparar la comida. Silvia y Carlos están en la habitación deshaciendo la maleta. Mi padre está al timón. Yo estoy apoyada en la barandilla escuchando el suave ruido del mar, que tranquilidad, que paz.
Noto una presencia detrás de mi, me coge la cintura. Sé que es Dani.
Es increíble como pueden cambiar las cosas de un día para otro, ayer estaba hundida pensando que mi novio estaba muerto porque unos putos locos lo habían secuestrado y sin embargo, ahora estoy tranquila, feliz, con el chico al que quiero en un barco.
Dani: Andrea -me susurró al oído-.
Me dio un escalofrío que me subió por toda mi espina dorsal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario