domingo, 4 de agosto de 2013

Capítulo 31.

Ale: Andrea... tú ya sabes que mi hermano es famoso.
Me quedé callada. ¿A donde quería llegar con esto?
Ale: Y mucha gente sólo le quiere por la fama.
Oh no, ya lo sé. ¿Como podía pensar que yo le quería por la fama? La fama es lo que menos me importa.
Yo: Si te estás preguntando si estoy con tu hermano por la fama, estás muy equivocada, es lo que menos me importa.
Ale: ¡Menos mal! Sabía que no le querías por la fama, pero me han obligado a preguntartelo -puso mala cara-.
Lo sabía, Ale no es así, noto que ella confía en mi.
Ale: Vamos a volver que Dani ya se estará preocupando -rió-.
Necesito estar sola.
Yo: Vuelve, tú, yo voy a buscar una cosa -le sonreí falsamente-.
Odio que la gente piense que estoy con él por la fama, porque es todo lo contrario. Lo odio mucho. Quiero estar sola y con tanta gente me parece que es imposible, así que me voy a la habitación de Dani, ahí estaré mucho mejor.
Subo, entro y cierro la puerta. No sé que hacer, si me pongo a pensar malo, no me quiero rallar. Veo la guitarra, me apetece tocar, y al estar en el piso de arriba no se me va a oír, y menos con todo el alboroto que hay bajo.
Cojo la guitarra. No creo que a Dani le importe. Me siento en el suelo. No sé que tocar. ¿Algo para relajarme? Sí... voy a tocar 'Let her Go', me encanta esa canción.
Empiezo a tocar las notas, no quiero cantar porque canto mal, pero la letra me sale sola. Estoy tocando y cantando, no muy alto, las notas suenan altas. Me salen lágrimas mientras toco y canto, ¿pero por qué lloro? No tengo motivos, ¿no? Bueno... aparte de la pelea de María del coche, los insultos de muchas auryners y de la insinuación de querer fama. Siempre se me junta todo. Termino de tocar y cantar. Oigo que alguien me aplaude. Mierda no, ¿quién me ha podido escuchar? Por favor... no, que vergüenza, con lo mal que canto. No me quiero girar, pero no tengo otra opción. Me limpio las lágrimas y me levanto. Me giro.
Yo: Justo tenías que ser tú quien me escucharas.
Dani: Menuda voz, menuda actuación, increíble.
Volvió a aplaudir.
Yo: ¿Desde cuando estás ahí?
Dani: Desde el principio más o menos.
Yo: Que vergüenza -dije en un susurro, tan bajo que solo lo podría oír yo-.
Dani: No sabía que tocabas la guitarra.
Yo: Te sorprendería saber lo que yo toco.
Dani: Me gustaría saberlo -me sonrió-.
Oh, segundas intenciones, no le sigas el juego.
Yo: El piano.
Dani: ¿En serio?
Yo: -afirmé-.
Dani: A mi me encanta tocar la batería.
Yo: Lo sé.
Dani: Claro, tú sabes todo.
Yo: Más o menos -reímos-. Pero me gustaría que algún día me tocarás algo.
Dani: Lo que quieras, nena.
Ya está el Don-segundas-intenciones.
Dani: Vamos para abajo, que mi hermana va a decir ya la famosa noticia.
Yo: Vale, vamos.
Dejé la guitarra en su sitio y bajamos de la mano.
Me encanta que cada vez que esté mal él venga a animarme, a hacerme sonreír. Hace que mis problemas se vayan, exactamente como hizo a través de la música, de la distancia. De una manera u otra estábamos conectados, o eso es lo que yo sentía con él. Una conexión diferente. Una conexión que nunca había sentido, con nadie. Una conexión que, a pesar de la distancia, la seguíamos manteniendo.
Bajamos a bajo y estaban todos allí, esperando a que nosotros llegáramos. En cuanto llegamos Ale se subió a una mesa.
Ale: ¡Atendedme todos por favor!
Todos estábamos mirándola, pendientes de lo que iba a decir.
Ale: Pues como ya sabéis, tenemos a una nueva integrante en la familia, ¡Andrea!
Todos empezaron a aplaudir y a mirarme. Que vergüenza, estaré roja como un tomate. Te mato Ale, ¿cómo me haces esto?
Ale: Sube aquí un momento, Andrea -me sonrió-.
No, no, no. No quiero subir.
Dani me dio un pequeño empujón para que fuera. Madre mía, que me muero, no, está todo el mundo mirándome. Subí a la mesa al lado de Ale.
Ale: Y como ya sabéis, ella es Andrea, la novia de Dani. Andrea -dijo mirándome- yo quería darte las gracias, en nombre de toda la familia, por hacer feliz a Dani, eres la mejor persona para Dani, la indicada, esperamos que duréis para siempre, porque aquí siempre nos vas a tener.
Dios... ¿en serio me había dicho eso? Se me caen las lágrimas de felicidad. Toda su familia me quiere, y me aprueba, encima piensan que soy la indicada para Dani. ¿En serio? Todo esto es muy fuerte.
Ale me abraza.
Dani viene a por mi y bajo de la mesa. Volvemos donde estábamos antes. Me pasa el brazo por los hombros.
Dani: Te dije que les gustarías -me susurra-.
Le doy un beso en la mejilla.
Me quedo observándole. Este chico, mi chico, me ha ayudado tanto, lo quiero tanto, le debo tanto, es mi todo. Me abrazo a él fuerte, no quiero irme nunca de su lado, a pesar de todas las peleas y los celos, siempre nos queda la parte buena, las reconciliaciones.
Yo: Gracias por todo, te quiero tanto -digo abrazada a él-.
No me ha oído. No me importa, ahora estoy tan feliz.
Ale: Y después de esto, la verdadera noticia.
Oh, es verdad. ¿Qué será? Estoy tan intrigada como el resto de la familia.
Ale: Pues... ay, no sé como decirlo.
Hasta Ale estaba nerviosa.
Ale: ¡Que nos vamos de boda, Javi y yo nos casamos!
¿¡ALE CASÁNDOSE?! ¿¡ENSERIO?! Dios, que bien, me alegro tanto.
Javi es su novio desde hace casi cuatro años, están super enamorados. Ojalá Dani y yo estemos así en un tiempo. Porque... ¿estaremos juntos? Espero que sí, no puedo imaginarme estar sin él. No, no puedo.
Dani y yo fuimos a darles la enhorabuena a la pareja.
Yo: Vas a estar guapísima de blanco -le sonreí-.
Ale: Como tú lo estarás -me sonrió-.
Y ya se me había olvidado todo lo de la fama. Pero pensándolo mejor, es normal que lo pregunten, yo si tuviera un hermano o un hijo famoso también se lo preguntaría a su novia, hay gente con malas intenciones, pero ese no es mi caso.
Dani: ¿Has subido alguna vez en moto?
Yo: No.
Es verdad, nunca he montado, no me gustan las motos. Mi madre de joven tuvo un accidente y casi no lo cuenta, así que tampoco me dejaba sacarme el carnet.
Dani: Perfecto -me cogió de la mano-. Ven, vamos.
Fuimos para abajo. Abrió una puerta y estaba el garaje.
Había algo tapado con una sábana. La levanto. Dejó a la vista una moto. Dios, pedazo de moto. Era así plata, y llevaba varias piezas azules.
Me encanta. Pero aún así me siguen dando un poco de respeto, no sé.
Dani: Sube.
Yo: ¿Seguro?
Dani: Sí, sube.
Subí. Wow, que bien se está aquí.
Dani: Foto.
Yo: ¿Ya estás con las fotos?
Dani: Sí -sonrío-. Venga, mira aquí.
Yo: Vale.
Miré a la cámara.















Dani: Ya está en instagram -me sonrió-.
Yo: Gracias por preguntarme si podías subirla, eh.
Dani: Baja un momento.
Abrió la puerta del garaje con una mando.
Se subió a la moto.
Dani: Sube.
Yo: ¿Estás loco?
Me hizo el gesto con la cabeza para que subiera.
Ya está don-haz-lo-que-te-digo-ahora. Subí detrás de él.
Enchufó la moto. No, no, no, que miedo.
Me pegué a él y me agarré lo más fuerte que pude.
Dani: Nena, si me coges así no puedo conducir.
Me solté un poco.
Yo: Lo siento, es la primera vez que subo en una.
Aceleró un poco y salimos del garaje. Me volví a sujetar a él muy fuerte. Paró y cerró con el mando la puerta del garaje. Íbamos sin cascos. Pero me siento segura con él.
Empezó a acelerar y salimos de las calles para llegar a una carretera sin final.
Dani iba deprisa, pero tampoco muy deprisa. Me apoyé la mejilla en él y disfruté.
La verdad es que la velocidad está bien.


Hemos parado en un campo muy verde. Tenemos la moto al lado y estamos sentados. Yo estoy entre las piernas de Dani con la cabeza pegada a su pecho.
Yo: ¿Por qué te gustan tanto las motos?
Dani: ¿De verdad quieres saberlo?
¿De verdad? A nadie le gustan las motos por algo malo, creo.
Dani: Te lo explicaré más adelante.
¿Más adelante? ¡No! Quiero ahora.
Yo: Lo quiero saber ahora.
Dani: Vale.
Me giró y me quedé mirándole a los ojos.








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